10 de abril de 2008

LA FERIA DE LAS VANIDADES

Mis ojos no lo verán pero me gustaría que algún día los políticos dejaran de hablar para los periodistas y los periodistas dejaran de escribir para los políticos. Dos partes de un mismo todo cada vez más alejado de lo real y más alojado en lo insustancial. Mientras el mundo gira algunos llevan años parados recreándose en lo bonito que tienen el ombligo. De esta tendencia compartida entre unos y otros a creer que a la gente le interesa lo que a mí, versado analista o aferrado cargo público, me inquieta surgen algunas de las trifulcas más tediosas e intranscendentes que conocerse puedan. En Madrid llevamos meses hilvanando culebrón tras culebrón. Durante meses vivimos 'desazonados' por la incertidumbre de si el alcalde Gallardón iría o no en las listas al Congreso. Tras saberse que se quedaba fuera de juego llegaron los días lacrimógenos, las rabietas, las amenazas de abandono. Unos plañían y otros saltaban alborozados. Al final se quedó. Hizo bien. Le había elegido para gestionar una ciudad, no para satisfacer su vanidad política. Ahora, todavía sin reponernos de tanto sobresalto, no nos dejan pegar ojo ¿Se presentará Espe? ¿No se presentará? Portadas, editoriales, fotografías, segunda vertical en el crucígrama, Telemadrid prepara una antología sobre sus mejores cortes de cinta, las radios recuperan grabaciones de sus primeros eructitos y los diarios estudian regalar con el dominical un busto de escayola de la marquesa presidenta. Mientras tanto, en la Comunidad que debería gobernar, a una cría minusválida una de las Consejerías de Aguirre le negó una silla de ruedas porque era muy cara, hay diecisiete mil ancianos en listas de espera para una residencia y poco más de cuatrocientas plazas y han traslado a unos niños gitanos a un colegio más pequeño que el que tenían hasta convertirlo en un guetto. Mientras Gallardón lloraba por las esquinas y se lamía las heridas de su derrota su Ayuntamiento regalaba un parcela a los obispos para levantar una iglesia cuando en ese barrio ni hay escuela infantil ni biblioteca, en mi bonita calle no se puede pasear porque los coches invaden las aceras, a mi madre se le hinchan los tobillos de esperar al autobús y a un colega ni siquiera le prestaron una tarima de madera y un micrófono para organizar un festival de teatro en la calle. A mí me hubiera gustado, y admito que soy un raro, que el señor alcalde en vez de enredar contra su 'amiga' desde Pekín me dijera qué opina de que el Gobierno que ella preside haya subido más del 25% el precio de los pisos protegidos para que, por encima del derecho constitucional a una vivienda digna prevalezca el derecho adquirido por los constructores a que con gobiernos de derecha es imposible reducir el margen de beneficios. Un piso que costaba 30 kilos antes de esta medida ahora costará 39 ¿Qué dice Gallardón a eso? Yo se lo digo. Estará de acuerdo. Al fin y al cabo, la derecha es una aunque los candidatos sean muchos. Y eso es lo que a mí me importa.

3 comentarios:

Merche Pallarés dijo...

Y ¿por qué les votais los madrileños? Esto no lo puedo entender. Cuando lo que defienden Espe y Gallardón son los grandes intereses económicos y no, lo que verdaderamente interesa a la gente normal. Besotes, M.

paredes dijo...

A estos impresentables les votan otros que son igual que ellos.Madrid hiede a garrulismo.

Alicia dijo...

la verdad es que sólo pensar en Espe me pone de mal genio. ¿Cómo se puede ser así? En fin, gallardón tampoco es de mi agrado pero aún le aguanto...
Ellos sacian su ambiación, sus ansias de dinero y poder a base se comentarios a la prensa mientras los madrileños les sufrimos en silencio, desde casa de nuestros padres, claro, porque no sólo ha subido el precio de la vivienda protegida, si no que cada vez se ve menos.

Un beso