1 de abril de 2008

DÍAS DE JAZZ Y LLUVIA

Hace tiempo que para mí salir de noche es bajar a tirar la basura. No crean, tuve mi época. Noches de jazz, boleros con la voz quebrada por el tabaco en el Lady Pepa, amaneceres flamencos en el añorado colmao de La Soleá. Ayer evoqué aquellos días en los que uno cree que la juventud es una enfermedad crónica y que el tiempo se puede apresar en la esfera de un reloj. Un buen amigo presentaba disco en el Café Central. Hace años que dejé de fumar pero, lejos de molestarme, el humo me envolvió en un aroma de gratos recuerdos. Quizás es que uno, acaso sin querer, recurre a este dulce veneno para espantar las tristezas y amueblar la memoria con los mejores enseres que le fue regalando la vida. Quizás sea porque los recuerdos ayudan a ahuyentar esos días duros en que te miras los zapatos y te das cuenta de lo desgastadas que tienes ya las suelas. En los que sabes que ya hay huellas en la arena que jamás podrás encontrar y otras que te llevan por caminos que jamás hubieras querido recorrer. Me acordé de las noches de Clamores y de Lou Bennett, sentado delante de su órgano solemne y ajeno al tintineo de los vasos y al rumor de las voces, del gran concierto de Dizzie Gillespie en el Johny pocos años antes de que fuera escenario del último quejío de Camarón. Me acordé de los destellos de la luna en la armónica de John Mayall en la Muralla Árabe y de la noche que nunca olvidaré en el cuarto secreto de Casa Patas frente al gran Paco de Lucía y a Sordera padre que en gloria esté. Me acordé de aquella emoción al escuchar a Dylan cantar Like a rolling stone una noche de verano de hace casi veinticinco años después de haber recorrido ochocientos kilómetros sólo para verle, de cuando bailé Yesterday con mi entonces chica mientras McCartney lo cantaba al piano a menos de cincuenta metros. Yo estaba allí y por eso y muchas cosas más me acordé de que soy un tipo afortunado y que no está de más de vez en cuando recordarlo. (Por cierto, el título del artículo se lo he tomado prestado a Antonio Martínez Sarrión de su libro de memorias que recomiendo)

3 comentarios:

Anónimo dijo...

No pasa nada amigo, el tiempo pasa para todos y tenemos que quedarnos con lo mejor. Esto es el ciclo de la vida. Acuérdate de las charlas de nuestros padres. No crees que ahora han cambiado los papeles?? Tarde o temprano todos pasamos por el mismo camino. Primero nuestros padres y ahora nosotros. “Asini“ es la vida.
Nuestros mejores años y nuestra infancia nunca la olvidaremos. Ahí están y que nos quiten lo “bailao”. Como decía Antonio Flores: …años que no volverán nunca jamás. No volverán pero lo pasamos “p.m.”
No pasa nada Germán, ojala lleguemos a vernos sin piños y en zapatillas del Inserso (las de cuadritos) dando un “rulo” por La Vaguada (por ejemplo).

Un abrazo
JC
Qtc

Merche Pallarés dijo...

Yo ya estoy en la época del Imserso (el año que viene 65 tacos y me jubilo). Tambien me acuerdo de todos los músicos de los que hablas. ¡Qué rápido pasa el tiempo! Pero, cómo dices, que nos quiten lo bailao... Besotes, M.

paredes dijo...

Pero si eres un chaval.Ponte los arreos y sigue viendo esos conciertazos, que siempre ayudan a andar el camino.Está bien evocar de tarde en tarde esos recuerdos, pero nunca hay que olvidar que ayer y mañana no existen.