ARTESCOMBRO

Llega ARCO y se nota. En la calle San Cristóbal de Murcia han descargado unos camiones de escombro, han vallado la zona, han puesto una placa con el arriesgado título de 'La montaña de escombros' y así, sin más, donde había un montón de mierda tenemos una obra de arte. Los vecinos, que si les sacas del tapiz del ciervo mordido por el perro de caza no son nadie, se quejan porque las alcobas se les llenan de polvo. Qué ingrata es la vida del artista. Qué incomprensión. La autora de esta transgresión del pico y la pala que bien la podría haber firmado Ferrovial se llama Lara Almarcegui. Ella, como no podía ser menos, explica con crípticos argumentos el sentido de la magna deconstrucción. "Consiste en apilar los restos de un casa. Tras la demolición queda la misma materia y volumen". Dicho así, razón tiene. Lo que ocurre es que en esas condiciones del hogar aunque el número de ladrillos sea el mismo a ver quien es el guapo que encuentra el retrete cuando le dé el apretón. No creo que ande uno para ir buscando los azulejos y el grifo por debajo del escombro. A mí como obra de arte me subyuga. Claro que veo complicado dónde colocarlo. Primero el trajín del transporte y luego la dificultad de que te quede igual cuando tires las piedras en el jardín. Mínimo hay que tener una parcelita porque encima del televisor junto al angelito de escayola no lo veo. Y ya me duele porque iba uno a presumir una barbaridad de tener en propiedad una obra tan arriesgada. Lo digo por si hay un alud y queda enterrado debajo algún primo segundo de visita. Lo malo que tienen estos precedentes es que ahora cuando veamos las aceras llenas de cacas de perro cualquiera llama al Ayuntamiento a quejarse. No vaya a ser que sea una 'performance' de un joven artista albano kosovar y además de llevarte la plasta en la suela quedas como un absoluto mastuerzo. Qué presión. Con lo bonitos que eran los Cristos de pinzas.