Han detenido a un tipo por no dejarse meter el dedo en el culo. Como se lo cuento. El secreto se ha guardado casi cinco años pero finalmente se han desclasificado los dossieres del Hospital Presbiteriano de New York, New York y se ha descubierto la tostada. El bueno de Brian Persaud se pegó en la cocorota con una plancha mientras trabajaba en una obra y fue a revisión al centro sanitario de referencia. Al hombre le dijeron que para saber qué tenía en la cabeza tenían primero que saber que tenía en su culo. Como es lógico, no transigió ¿Acaso si hubiera ido acuciado por una diarrea le hubieran hecho un encefalograma? Pues no. Eso lo sabe hasta Ramón Sánchez Ocaña. Brian, por tanto, sospechó y se negó en redondo a ser desflorado por la retaguardia debido a un simple coscorrón. Otra cosa bien distinta hubiera sido por vocación o con dos copitas de más y música de los Village People. Tal fue el grado de su negativa y tal la insistencia de los doctores que la cosa acabó a hostias y con el maltrecho tipo en el talego. No me digan. Y luego nos quejamos de nuestro sistema sanitario. Comparen y recapaciten. Un ciudadano norteamericano se da un golpe, va a urgencias, le recetan una vulneración de su esfínter, se opone y encima le aporrean, le arrestan y le encierran en el trullo ¿Por qué no le remataron para evitarle tanto sufrimiento? Luego nos quejamos de las listas de espera. Si lo que nos aguarda es un trato vejatorio de esta magnitud cuanto más tarde mejor. Yo comprendo a Brian. A ver si me entienden. Yo tuve una experiencia similar. Un jodido cólico me llevó a las urgencias de un hospital. Entre insultos a mi santa madre por el ingreso (andaba yo en plena adolescencia) un médico alopécico perdido, una especie de Míster Proper licenciado, me ordenó subir a una camilla. Con voz grave y sin que mi pánico y mi corta edad invitara a su compasión me preguntó si siempre estaba así de 'quebrado'. Me quedé de piedra ¿Quebrado?, balbuceé con el culo apretado en previsión de males mayores. Sí, amarillo me aclaró con hostilidad. Me encogí de hombros y, por toda respuesta, acerté a decirle que no sabía porque hacía mucho tiempo que no me miraba en el espejo. Sí, tienen razón. Ciertamente patético. No contento con ello me ordenó ponerme a cuatro patas con los calzoncillos, sabe Dios en qué estado, arriados hasta los tobillos. De repente, su dedo enfundado en un guante de latex desapareció en mis profundidades más íntimas. Mis ojos, hasta entonces cerrados para aliviar mi terror, se abrieron como los de un mochuelo. En ese estado lamentable y humillante el doctor va y me pregunta si me duele y un servidor, desvalido zagal con el culo en pompa, háganse una idea, le contesta que lo normal ¿Lo normal? ¿Cuando me habían metido a mí un dedo en el culo para saber si la molestia se ahormaba a la media europea? Jamás. Hiciste bien Brian. Mucho mejor la carcel. Al final, eso sí, se salieron con la suya. Al pobre Brian le sedaron para hacerle el examen del recto o, lo que es lo mismo, para meterle el dedo en su mismo culo. O para hacerle lo que fuera que una vez sedado... ojos que no sienten...
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Hace 3 semanas
4 comentarios:
Mis ojos, hasta entonces cerrados para aliviar mi terror, se abrieron como los de un mochuelo.
Te estoy imaginando en esa situación, con esa cara y me estoy riendo (que ya es dificil) como los tontos yo solo.
Muy bueno.
QTC
Como os lo cuento
¡Alucinante! El otro dia escuchando "Si amanece nos vamos" de la SER (me despierto muy temprano) contaron una anécdota muy graciosa de un hombre que se tenía que hacer una exploración rectal. El medico estaba rodeado de estudiantes de medicina. El hombre se subió a una mesa, se puso de cuatro patas, y el medico procedió a introducirle el dedo en el ano. Al hacerlo, el hombre gritó: "Me corro!, me corro!" Por supuesto les entró la risa a todos pero el pobre lo que quería decir es que se resbalaba con el hule de la mesa! Besotes, M.
ja, ja, ja, qué bueno
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