EFICACES TÉCNICAS DE COMUNICACIÓN

Nunca deja uno de aprender en su oficio. Tanta curso de postgrado, tanto máster por la Universidad de Connetticut, tanto estudiar a McLuhan y resulta que no hay mejor técnica de comunicación que liarse a hostias. Y yo venga a mandar convocatorias de actos por tierra, mar y aire, venga a llamar a los medios para que confirmen si vienen o no, a redactar notas de prensa y a suplicar un mísero breve para sobrevivir en esta jauria informativa. Eso me pasa por no trabajar en Sri Lanka. Allí sí que saben. Andaba el ministro de Relaciones Laborales y Mano de Obra inaugurando un puente. El hombre, que cada cual tiene su vanidad, debió creer que ese magno acto estaba a la altura de la llegada del hombre a la Luna (si es que llegó) y, en consecuencia, ya se veía en su papel de estadista abriendo los telediarios del país, henchido de gozo y responsabilidad, posando para las cámaras por su lado bueno mientras cortaba la cinta. Pues nada. Que no le sacaron ni un segundo. Ni medio instante aunque fuese entre los anuncios del teletienda local. En estos casos, lo digo por una dilatada experiencia en estas lides, uno llama al jefe de sección y, de manera educada o como lo hace un servidor, para eso me críe en un arrabal, le pregunta por su familia después de haber defecado sobre varios de sus miembros. El ministro Mervyn Silva no se anduvo con chiquitas. Se fue a la redacción de la tele interfecta, sacó de la pechera al director de informativos y dejó a su guardaespaldas que le diera una somanta para que no se le olvidara la importancia de la agenda del ministro. Un monstruo. Claro que si yo tuviera que hacer eso con carácter retroactivo con Telemadrid no me valdría con un par de hostias. Tendría que llevar a la División Acorazada Brunete. Qué oficios, señor, qué oficios.