30 de septiembre de 2007

TÓMATE ALGO, SI ESO

Un ciudadano escocés se ha pimplado treinta y cinco litros de cerveza en cuatro días y la resaca le ha durado un mes. Le honra que fuera por vocación sin que mediara ningún reto del Libro Guinness. Ya saben. El hombre capaz de comerse más alas de mosca en menos de un día, de exhalar mayor número de flatulencias en los intermedios de un partido, de haber escuchado más tiempo vociferar a la Patiño sin tener que ir al aseo a aliviarse. En fin, grandes logros del ser humano. El tipo fue al médico porque persistía su visión borrosa y su dolor de cabeza después de transcurridos unos días de su hazaña. Tras la ingesta de sesenta pintas el simpático escocés desconocía a qué se debía ese malestar. A buen seguro se creía que era por quedarse estudiando las oposiciones a notarías toda la noche y que, por supuesto, la cerveza no tenía nada que ver. Menos mal que, gracias a su nacionalidad, mear con la falda a cuadros debe de ser mucho más sencillo que desabotonarse la bragueta. Algo es algo. Claro que mucho peor y más doloroso es pellizcarse el abriguillo del escroto con la cremallera. Duele, ya lo creo que duele. Todo por una crisis sentimental. Su churri le debió de dejar plantado aunque no creo que fuera por borracho. O a lo peor sí. Tampoco es que le sirva de eximente. Bien podría, en vez de cocerse, haberle escrito un poema a la muchacha o haberle llevado una banda de gaiteros debajo del balcón de su casa. De todos modos no me parece una media tan asombrosa. Treinta y cinco litros de cerveza y un mes de resaca. A mí por ejemplo, que ya deje estos vicios menores, un par de mojitos me cuestan tres días en la cama en postura Tutamkamon. O sea que el chaval era competitivo.

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