3 de abril de 2007

Sacrificio tras sacrificio

Por razones de trabajo ando de pintxos por el casco viejo de Donosti. Dicho así ya sé que puede resultar raro y hasta insultante, pero, a veces, los artistas e intelectuales de vanguardia debemos someternos a estos sacrificios para que ustedes luego disfruten con nuestra magna obra. O sea que bien le compensa papearse esta noche unas acelguitas y un yogur mientras un servidor se pone ciego de canapeses vanguardistas y, lo que es más importante, cojonudos. Luego, cuando lea el libro, le resultara tan ameno que se le olvidara hasta que tiene gusa o sea que menos envidia y más lectura.

Un encargo editorial del que les daré en su momento cumplida cuenta (no por vanidad sino para ver si lo compran y me retiro ya que no lo he podido hacer gracias a mi cuerpo) me ha traído hasta estas tierras. Otro gran esfuerzo porque, como saben, San Sebastián es una ciudad horrible, sin apenas vida y donde se come fatal. Valga este breve prólogo para ponerles los dientes largos. Valga asimismo como excusa de un proceso comparativo ferroviario que viene al caso. Ya saben que padezco una aerofobia aguda (he dicho aerofobia, nada que ver con la fabada Litoral al menos en este caso) y que soy hombre de coche o tren en función de las fechas.

Habida cuenta de la tempestad de torrijas que se avecina, con los consecuentes atascos tanto de tráfico como digestivos, opté en esta ocasión por el siempre entrañable tren. El destino, siempre tan caprichoso, ha querido que mi viaje coincida con el récord del mundo de velocidad en locomotora que se ha alcanzado en Francia con cerca de 550 kilómetros a la hora. No ha podido ser una noticia más inoportuna. Yo he tardado seis horas y media en hacer poco más de cuatrocientos. Tanta Europa y tanta leche y somos el hazmerreir más allá de los Pirineos.

Y eso no ha sido lo peor. Incluso una de las películas era hasta buena. Pero Renfe tiene la mala costumbre de aceptar en sus vagones pasajeros y por ahí ha venido la tortura. Un individuo se ha quejado en dos ocasiones del volumen de mi móvil. Mi carácter, de por sí afable, le ha retraido de hacerlo una tercera vez. Es posible que haya tenido algo que ver que me he levantado a por el martillo de emergencias y no precisamente por riesgo de descarrilamiento. El quejica ha comprobado como mi vista se clavaba en su entrepierna (les recuerdo lo del martillo para que se hagan una idea clara de las circunstancias) ¿Es qué no puede entender que uno se compra un ipod no para escuchar música en los viajes sino para que no le molesten los viajeros? ¿Tan difícil es? Y encima se queja del tono de mi puto teléfono cuando ya no me llaman ni para cambiar de compañía de móvil. Intolerable.

Si antes cuestionaba nuestra relevancia europea no era por las seis horas. Es que el viaje de vuelta son ¡más de nueve! durante toda la noche. Excuso decir que he cambiado el pasaje por uno en calesa tirada por los bisnietos de Platero. Tardaré más del doble, algo menos quizás, pero al menos entraré en Madrid como la reinona que soy. Con mis escasos conocimientos matemáticos extraigo que la media es inferior a los cincuenta kilómetros por hora. No sé si es porque es Semana Santa y además de los pasajeros hay que llevar algún paso en el techo del vagón. O acaso sea el hecho diferencial vasco. No lo sé, pero, hasta que no mejoren las infraestructuras, me voy a tener que quedar acodado a una barra llorando a la hora de elegir otro pintxo. Menos mal que uno es anegado.

7 comentarios:

Anónimo dijo...

Mi relación con Renfe viene de lejos, a los seis años ya hacía trayectos de Murcia a Madrid yo solito...

Parecerá exagerado pero en todos esos viajes he sufrido algún percance, desde los típicos y totalmente asumidos retrasos hasta sabotajes a las catenarias que nos tuvieron retenidos (si no secuestrados) en medio de la nada más de nueve horas.

Eso sí, información de los revisores o trabajadores de Renfe, nunca... ¿estarán hechos de la misma pasta que los de Iberia o Clickair?

Con Clickair tengo otra buena, pero esto es otra historia...

A disfrutar en Donosti, Germán.

Anónimo dijo...

Que te aprovechen esos txikitos y zuritos por el casco viejo.Las tapas, pues eso, rikísimas y karísimas , pero es una gozada tapear por la zona.Con semejante engrase, la obra te saldrá magna, aunque sea de futboleros.

paredes

Anónimo dijo...

Paredes, siempre estás por aquí... Os conoceis personalmente? No tienes blog?

Saludos!

cambalache dijo...

Sí, le gusto mi blog y entraba a diario. No nos conocíamos y quedamos en una visita suya a Madrid. Una de las muchas alegrías que te dan estos inventos. Un saludo

Anónimo dijo...

Aclararé que no "entraba"a diario.Desde que entré la primera vez me lo he leído todo.Lo que pasa es que he estado un tiempo sin hacer comentarios por razones técnicas.Mañana me traen el último libro, osease el segundo , y ya me lo leeré.Saludos .

paredes

Anónimo dijo...

Aclararé que no "entraba"a diario.Desde que entré la primera vez me lo he leído todo.Lo que pasa es que he estado un tiempo sin hacer comentarios por razones técnicas.Mañana me traen el último libro, osease el segundo , y ya me lo leeré.Saludos .

paredes

Anónimo dijo...

No tengo blog, likuid, aunque suelo escribir en un blog en el que los artículos los escribimos los usuarios.Soy algo perezoso para escribir el tema de debate,pero alguna vez me he lanzado, eso sí después que me dijeran los compis que escribiera.