5 de abril de 2007

Morsas con GPS de serie


Si quiere comprarse una morsa, ¿quién no ha tenido nunca un caprichito?, en Dinamarca ya viene con GPS de serie. Es lo que tienen estos países tan desarrollados. Su gran aburrimiento. Les pagan bien en el trabajo, los servicios públicos son de lujo, la gente es civilizada, los políticos medio honrados y no tienen a ningún Marianensen que les organice manifestaciones para echar el rato. La programación de televisión debe ser nefasta y los jubiletas nórdicos no deben tener ni una obra que mirar para pasar la mañana. Todo es perfecto. Sólo así se entiende que unos tipos hayan decidido colocar a estos animalotes (me refiero a las morsas, no a los daneses) unos localizadores vía satélite para controlar sus movimientos.
Les recuerdo que hablamos de unos bichos que para desperezarse necesitan un terremoto del siete. Vamos, que lo hubiera entendido en un guepardo, pero en una morsa sale más barato y resulta más eficaz acompañarla andando. A la escueta velocidad a la que camina, y eso que a menudo se resbala, uno puede trabar una sólida amistad con ella y fumarse unos cigarrillos sin riesgo alguno habida cuenta que en los parajes que habitan el riesgo de incendio es nulo. Además puedes aplastar la colilla contra el suelo sin que te vea nadie.
A estas mismas horas, la actividad de las morsas en Groenlandia es estar tumbadas mientras los primeros rayos de sol de la primavera reflectan en sus colmillos. Menos lo de los colmillos, el resto me suena bastante autobiográfico. Cuando el calor se haga sofocante, me refiero que en vez de cincuenta y cuatro grados bajo cero suba a cuarenta, estos odobénidos (no me diga que no aprenden por lo menos tanto como viendo 'Quiero ser millonario') se levantarán, tardarán en ese cometido un par de horas más o menos, y se irán con viento fresco a otros climas más fríos del norte. Con lo que les gusta estas temperaturas un servidor podría cambiar a su sultán por una morsa y, ya en mi casa, apenas notaría el cambio de habitat.
Esta migración es la que, precisamente, ha motivado que al mucho peso que arrastran tengan que sumar el del aparatico que les van a poner a la chepa para comprobar si es cierto que no veranean (es una forma de hablar) en Torrevieja como todo hijo de vecino. "No sabemos dónde van y queremos saberlo", se ha lamentado, imagino que compungido, Erik Born, responsable del proyecto. Sin duda es un misterio compartido con millones de habitantes de todo el mundo. Yo, sin ir más lejos, en el umbral de mis días de descanso suelo pensar que yo me bajo a Almería, pero ¿qué harán las morsas?
No se crean que les van a controlar sólo un día por si llegan tarde a casa. Tienen previsto estar dos meses dando la chapa a estos entrañables bicharracos. Dicen que es para comprobar si el cambio climático les afecta en sus labores de caza y convivencia. Paparruchadas. Esta gente, que siempre ha sido de costumbres libertinas, ya se ha hartado hasta del sexo y no tiene otra cosa que hacer. Caríño, no me esperes despierta que me voy a ver dónde pasan las vacaciones las morsas ¿Usted le creería?

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