2 de abril de 2007

Les espero en misa de doce


(fotografía publicada en El Pais. Uly Martín)

Desde la parroquía de San Carlos Borromeo se ve Madrid como una postal para turistas. Se diría que está cerca, pero esa ciudad de tiendas y rascacielos anda a miles de kilómetros. A la lejana distancia que separa la vida de la supervivencia. En la iglesia hay curas que ofrecen sus cigarrillos a los yonkis, abren las puertas de sus casas a los desheredados, alternan con musulmanes y dan a los críos rosquillas para comulgar. Hablan de Dios subidos a un altar construido con cajas de botellines y pasan las hojas de la Biblia chupándose la yema de los dedos. Los curas de San Carlos Borromeo gastan jersey de pelotillas y alpargatas de aldeano. A veces prefieren el verso al versículo y tomarse unas cañas a predicar en el desierto. Son buena gente, pero, como nadie es perfecto, para Rouco no son buenos curas. El señor obispo quiere que dejen de dar misa en vaqueros, vuelvan a la hostia consagrada aunque a los niños se les pegue en el paladar, que se manifiesten contra el gobierno y que, si es menester, especulen con los terrenos donde se ubica la parroquia. Quiere, en suma, que sean curas de bien que no es lo mismo que curas como Dios manda.

A Mohamed le acogieron cuando su hermano le echó de casa, a Maite, hoy feliz abuela, le ayudaron a dejar las drogas, a José le dieron techo y comida cuando salió de la cárcel y apenas encontraba un sitio para caerse muerto. Allí estaban los curas. Donde siempre han estado y donde siempre estarán. Mohamed va a misa aunque es musulmán ¿No computa como milagro, señor obispo? A Enrique de Castro y los suyos no les gustan los palios. Como mucho se resguardan de las tormentas bajo los techados de la parroquia cuando en Entrevías rugen los truenos como eructos de dragones. A Enrique de Castro, ya el rostro arrugado por los años y las muchas miserias que le ha tocado ver, no le van a sacar de su iglesia. Ni él quiere ni los vecinos lo van a permitir. Y estamos hablando de Vallecas, señor obispo, no de cualquier cosa.

Yo conocí a estos curas con otras caras y distintos nombres. En aquellos años en que, recién muerto el tirano, montaban radios libres en vez de rezar el rosario. Entonces se llamaban Chago, un cura canario que se pasaba más tiempo en comisaría sacando a sus particulares feligreses que en la sacristía, o Esther, una monja capaz de fumarse dos paquetes de Ducados en el tiempo que duraba un Ave María. Curas que nos hablaban de poetas y de justicia. Monjas que nos confesaban que ellas también tenían debilidades. Hoy son otros pero son los mismos. Gente que te reconcilia con la fe, aunque tan solo sea la fe en el ser humano. Tipos entregados al prójimo sin esperar más plusvalía que la felicidad ajena. Personas capaces de quitarse su plato de la mesa para dar de comer al hambriento. Hace años que no entró a una iglesia, pero el domingo iré a misa. Allí les espero.

5 comentarios:

Anónimo dijo...

Se veía venir.El clero patrio no se anda por las ramas, corta por lo sano.Es que estos curas despistados que aún creen en un dios bueno, no se han enterado que el lema es:"Had lo que yo te diga , pero no lo que yo haga"

Ni por ésas iré a misa.

paredes

Anónimo dijo...

Qué pinta "colgaos" tienen los cuatro".

En el mundo de la imagen que vivimos, eso no vende para S.S RaSSinguer.

paredes

Anónimo dijo...

La verdad es que estoy con Paredes... ni con esas iré a misa...

cambalache dijo...

Como estamos hablando de iglesia, confensaré que se trata de una licencia. Remataba bien el artículo, pero todo lo demás es cierto. Además a De Castro le he llegado a conocer y se dejan la piel.

Anónimo dijo...

Tanbién me consta que es buena gente De Castro, pero no sé qué coños pinta en esa secta.

paredes