10 de marzo de 2007

Don Felipe de cañas

Menos mal que hay medios de comunicación que todavía son capaces de ver el bosque a pesar de los árboles. Periodistas sagaces que no se dejan contagiar de la mediocridad. Investigadores a quienes las cortinas de humo no les impiden ver la noticia de alcance. Como imagino que no todos tienen tanto tiempo como un servidor, que ustedes hasta trabajarán y todo, les diré que, por si no lo sabían, el príncipe Felipe quedó el otro día con sus colegas para tomar unas cañas. No conforme con esta exclusiva mundial también han confirmado por varias fuentes que fue 'solo' a la cita. Si los tipos que destaparon el Watergate escribieron libros, dieron conferencias y hasta rodaron una película con el asunto ¿qué no harán con el artífice de este notición? Tal y como demanda la trascendencia del evento, el redactor despliega toda su capacidad literaria y apunta que al príncipe se le veía relajado. Habida cuenta que iba a tomarse unas cañitas y, acaso, a picar algo de pulpo y no a picar zanjas en Écija en pleno mes de julio, extraño no parece. Digo yo. La noticia se complementa con un breve pero intenso vídeo en el que se ve a don Felipe salir de una taberna, recorrer unos veinte metros a pie, entrar en su coche y marcharse. Impactante. Estremecedor. Las imágenes permiten ver asimismo cómo su majestad acude con un traje gris y corbata, lo que hace sospechar que, además de compartir unas birras, seguramente le vendió a alguno de sus colegas una poliza de seguros para el coche. Un poquito de informalidad majestad nunca viene mal, si me pemite. Que va usted a tomarse unas cañas y le van a confundir con el agente comercial de Coronita (nunca mejor dicho; su cerveza preferida). Siempre me han fascinado, como periodista pero, sobre todo, como persona humana, estas noticias tan cercanas y entrañables. Aunque más soez recuerdo una en la que el ex picoleto, ex marido de Rociito y actual no sé qué, Antonio David Flores, meaba en una cuneta cerca de su coche previamente aparcado en el arcén. La secuencia era ofrecida varias veces, a cámara lenta, con testimonios de su entorno sobre las frecuencias de las micciones, con preguntas sobre si Antonio David, normalmente, se lava las manos antes o después de la meada, sobre el número de sacudidas y un sinfin de requerimientos que una mente tan limitada como la mía no alcanza a detallar. Así, a bote pronto, pueden antojarse noticias intrascendentes, pero en estos tiempos son las más gratificantes. Sólo piensen que si cambian de canal lo único que van a ver es una manifestación.

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