21 de septiembre de 2006

¡Qué estrés, Alberto!


Este hombre que aparece jovial y relajado engaña. Este hombre, el calvorota, bueno el calvo que no es el delfín, está en ese momento trabajando y a pesar de sus duras tareas todavía tiene fuelle para posar con una sonrisa y un gesto de júbilo. Este hombre demuestra que ser príncipe puede parecer un chollito pero tiene sus servidumbres ¿O no lo es acaso tener que madrugar, es decir, levantarte a eso de las once, que te lleven el desayuno una cuadrilla de mayordomos y luego embutirte en tu traje de neopreno e ir a jugar con tu delfín a la playa? Por no hablar de tener que ir a esquiar o a montar a caballo o a comer a los palacios que te haces un lío con tanto cubierto o al baile de la Rosa o al palco del estadio para hacer un poquito el hooligan. No sé cómo aguantan esa agenda. Yo estaría desbordado. Sin saber qué ponerme en cada sarao. Qué fatiga. Donde esté picar zanjas en Écija un buen mes de agosto que se quite tanta pamplina. Seguro que a él (pese a la edad todos atesoramos a un niño tras nuestras arrugas) le hubiera gustado más chapotear en su bañera con su patito como todo hijo de vecino. Y, sin embargo, se sacrifica por su terruño y se da un chapuzón con la maqueta de Flipper para promocionar ese paraíso de ferraris, macizos y macizas que él y su delfín, animal que dicen inteligente y la verdad que en esta ocasión tampoco tiene gran competencia, gobiernan con mano firme. Ven a Mónaco, el edén en la tierra. Aquí el que peor vive soy yo. Sería un buen slogan. Alberto no se amedrenta frente al riesgo de que algún malpensado deduzca que en vez de hacer el canelo con el flotador o con lo que sea bien podría estar buscando novia. Al parecer, ese es el único objetivo que justifica su mandato y casi su existencia. Nosotros ya colocamos a Felipe, y nos costó lo nuestro, noches y noches sin dormir estuve, pero este príncipe se nos resiste y como siga así no le colocamos ni para hacer un turno al de Bekelarre. Y eso que el tío, a pesar de los dimes y diretes sobre sus cosillas, ya saben, que si tal que si cual, con la tontería y el despiste es de los que le da el apretón y te deja embarazada a poco que te des la vuelta. Cosas de la genética. Mira que su hermana Estefanía, con tan buenas relaciones en el mundo del circo, ya le podía buscar a una domadora que aliviase sus arrebatos o alguna sustitución como clown. Mejor que se dedique a estas tareas de Estado porque lo único que se le conoce, fuera del tueste en los yates rodeado de espectaculares churris que decían contratadas para la ocasión y el reguero de retoños que va dejando emulando a nuestro racial Pajares, es lo mucho que nos ayudó a que nos jodieran las Olimpiadas del 2012. Claro que, sin que me oiga nadie, como que tampoco me disguste sobremanera. Es más, creo que fue de lo mejorcito de su escueta gestión. Qué horror, la Plaza Mayor llena de gentes orondas con pantalones de cuadros y sandalías de nazareno comiendo hamburguesas y gritando. Quita, quita.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Qué tiempos aquellos cuando los príncipes peleaban con los dragones para conquistar a la princesa.Albertito haciéndose el duro junto a un delfín, y encima de goma,a lo más que puede aspirar es a casarse con una delfina de látex.

cambalache dijo...

Sí, al paso que lleva no le veo mejores augurios. No me extraña porque gilipollas debe ser un rato