20 de septiembre de 2006

Leonor, ¿soy yo tu lobo, por ventura?

Leonor prestará su voz a Caperucita y yo, claro, ya me he puesto en la cola para el casting del Lobo. Por Leonor soy yo capaz de aullar como un licántropo o recitar un poema con el tono aflautado de Piolín. Leonor, ya saben, es mi Leonor. Ni siquiera sé si hay otra. No en mi corazón. He de decirles que una tarde la ví sentada en la terraza de un bar cerca de mi casa. Yo había bajado a los chinos a por alguna litrona y unas chucherías (todavía era mi etapa tocinera y abandonada) y a punto estuve de hincarme de hinojos delante de ella y de su amigo a quién envidié de manera zafia e insana. Ella me miró aunque retiró la vista al instante. Imagino que se pensaba que le iba a vender un paquete de clinex con aquella pinta que llevaba de toxicómano con sobrepeso. Ahora me conformo con verla en deuvedé o por la tele y, por supuesto, iré a ver esa película de Caperucita aun sólo sea por escuchar su voz porque la trama del cuento me la suda tipo Rubianes. Liaré a mi sobrino de coartada aunque está ya en una edad en la que, mismamente, declina mi amable invitación por moña e infantil o, de forma más cruda, me manda a tomar por el culo. Siempre puedo comprarle una palangana de palomitas y llevarle la PSP de tapadillo para que mientras yo oigo a Leo (seguro que te espanta el apócope, pichurrina de mis entretelas, si es así, dímelo tontorrona) él se carga a cientos de marcianos. He de decirte Leonor, y perdona las disculpas, que el otro día me quedé estupefacto y asaz contrariado. Ibas a un estreno de cinematógrafo, espléndida y maravillosa, qué novedad, y te preguntaron los compañeros de oficio (bueno, unos tipos que andaban por allí con las cámaras y las alcachofas) si para las vacaciones preferías campo o playa. Admito que la cuestión no es para conceder el Ortega y Gasset al periodismo de investigación, pero, reina mía, qué digo reina, reinona, qué contestación tan abrupta les soltaste. Nos quedamos de piedra. Dijiste que tú eras más de follar. Y en horario infantil (digo que lo emitieron en esa franja televisiva, no que sea preferencial en tus copulaciones). Leonor, no hagas leña del árbol caído. No hurgues más en la herida de mi fracaso. Lo sé, retozas con otro u otros, pero ojos que no ven corazón que no siente. No sabes lo feliz que puede ser uno instalado en la ignorancia. Ahora me he enterado de que han descubierto a tu presunto churri porque tú, y eso te honra, de tu vida privada ni mú y mú bien que haces. Si el churri es quién dicen que es pues enhorabuena a los premiados. No diré el nombre aunque sí una pista. Al chavalote le dieron un Óscar por una canción. No quiero yo restar méritos Leo, pero yo tengo en la estantería una copa de Carnicerías Eño de subcampeón de mus, y no por una coplilla de nada, que fueron varias y disputadas partidas de naipes aderezadas por sus correspondientes cubatillas. Que ahí quería ver yo a tu trovador marcándose un pasodoble. Y si no me han dado el Óscar es porque no hay categoría de mus y porque, además, para hacerme el interesante no lo recogería y diría que me era imposible porque no podía faltar al curso de macramé. También gané una mención especial en un concurso de dibujos de belenes y, a ver si me acuerdo de alguna condecoración más; ah! sí, me propusieron para una medalla al valor por matar en la mili una cucaracha sin armas de destrucción masiva ¿Te hace mi currículo?

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Eres un romántico

Anónimo dijo...

Ahora sé que luz vió el maromo al otro lado del rio.

cambalache dijo...

Ya lo creo, para cruzarlo sin saber nadar