24 de agosto de 2006

Basura bajo el felpudo

Es difícil hallar un adjetivo que alcance a definir esta bronca de patio de vecinos. Quizás tildarlo de estomagante se queda corto y benévolo. Hemos convertido la llegada de inmigrantes en un conflicto en el que se trata de quién se queda con más basura debajo del felpudo. Tú me has metido de tapadillo a ciento veinte negritos en mi casa y tú te has quedado sólo con veinte ¿Por qué no nos quitamos la máscara de una puñetera vez? No nos irrita tanto que los africanos se mueran de hambre, más bien nos fastidia verlo. Quedan muy mal en las playas, allí tirados, exhaustos, deshidratados y desnutridos al lado de las neveras y las sombrillas de colores. Luego es peor, repartimos el lote por las ciudades y dan mala imagen. Fíjesen, tan negros, tan sucios, exhibiendos sus miserias y sus muñones a la puerta de un local de moda italiana. Así no hay quien pueda sacar una bonita postal que llevarse de recuerdo. Si alguien pretende convertir esta perpetua calamidad en un episodio de política doméstica allá él, pero la vergüenza debería extenderse por el mundo opulento como una imparable epidemia. Bastaría que la Vieja Europa se sentará a echar cuentas de cuánto esquilmó y robó al continente africano y le devolviera el uno por ciento. Se llevaron al riqueza con su política de 'sanguijuelismo ilustrado' y dejaron lo que no valía; es decir, las personas. Sólo con dinero se puede evitar que esta pobre gente pueda tener cierta esperanza. Los conciertos que organiza Bono están muy bien, le fumigan a él la conciencia y a los demás cuando compras el disco, pero luego él se vuelve en jet privado de lujo y allá se quedan aquellos que se matarían por poder comer las sobras que deja mi perro. Luego, eso sí, les vendemos armas, que no falten, y nos echamos las manos a la cabeza caundo se exterminan entre ellos ¿Por qué no probar a mandarles medios para que puedan sobrevivir en vez de mecanismos para reventarse las tripas? Qué cosas tengo; y eso que he dejado la bebida. Europa se deberá plantear si se gasta el dinero en ayudarles de verdad o, por el contrario, lo asigna a levantar una valla electrificada que cerque todo el continente. Así, ni ellos podrán salir ni nosotros entrar a ver cómo se mueren. Esta mañana alguien comentaba que es un asunto difícil de resolver, en eso estamos todos, porque una vez que los cayucos están en el mar no se les puede ametrallar. No sé si es mejor morir a causa de la metralla o a causa de la indiferencia. Es verdad que no entramos todos; pero ese no es el problema, el problema es que siempre sobran los mismos.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Yo creo que si no se les ametralla, es porque un alto porcentaje de los que vienen , son de las familias bien africanas.Los otros no tienen dinero para el viaje, y "alomojó"alguno serían anticapitalistas.