4 de mayo de 2006

Cosas de Anacleto

Hallábame apurando la ingesta de una cerveza sin alcohol (lo juro) cuando la lectura de una noticia ha provocado el cataclismo. El impacto del texto ha sido tal que ha provocado la expulsión inmediata de los restos de espuma que han ido a parar a la cabellera de una anciana nórdica (aún ando de vacaciones; bueno digamos que estoy casi recluido en un hotel) de tal manera que su cabeza ha quedado como un abeto navideño. Según rezaba la información, un diario nacional había dado por sentado que en la furgoneta del triste 11-M se había encontrado una tarjeta del grupo empresarial vasco Mondragón. Es decir que si esto era cierto, no resultaba nada descartable que el primo del portero de la casa donde vivía el minero que cambió hachis por dinamita a los islamistas y se la llevaron en la tan traída y llevada mochila hubiese pasado en alguna ocasión frente a un bar de pinchos de San Sebastián y, por lo tanto, la conexión entre el atentado de marzo y ETA estaría más que probada. Por supuesto que nadie ni siquiera insinúe ni piense por un momento que frivolizo sobre un asunto que, por razones profesionales, viví en primera línea y del que he llegado a conocer víctimas y familiares de ellas. Precisamente porque es un asunto tan dramático y tan serio resulta proporcionalmente tan patético que haya medios, o personas, que quieren edificar como realidades sus interesadas fantasías. Al parecer en la furgoneta, ciertamente, se halló algo relacionado con Mondragón, en concreto con la orquesta comandada por el inigualable, para lo bueno y para lo malo, Javier Gurruchaga. Que tiemblen Gurruchaga y Popotxo. A partir de ahora también serán sospechosos. Junto a la cinta estaban también otras del Dúo Dinámico, de boleros o de Pavarotti. La audición de algunas cintas a buen seguro provoca tanto daño como las armas químicas pero lo que provoca en verdad perjuicio para mi bendita profesión son las cotas de ridículo que se pueden alcanzar para defender tesis que, desde hace mucho tiempo, ya no se cree nadie incluidos aquellos que las esgrimen para solapar su negligencia e ineptitud o para tratar de sacar tajada sin importar de qué plato hay que comer. Ni Anacleto podría llegar a más ni el periodismo podría llegar a menos aunque todo se andará. Qué oficios señor, qué oficios

No hay comentarios: