20 de septiembre de 2008

PABLITO I EL BOBARRAS

Qué sería de nosotros sin estos telepredicadores. Capaces seríamos de pasar por la vida de puntillas, sin tirarnos un pedo para no molestar, apocados y concienciados de que no somos nada salvo que lo diga el PP. Así, su joven cachorrillo, un tal Pablo Casado, ha tenido a bien despertarnos de un letargo secular, sacudir el espíritu de la muchachada, azuzar las ideas de los zagales para decirles que, aunque no lo sepan y estén en pleno regüeldo del botellón, si son jóvenes y españoles son del PP. Ellos no tienen ni puta idea de albergar esa inmensa suerte pero para eso está el inefable Pablito. Un chavalote que, sin duda, llegará lejos. Uno no transita por este perro mundo siendo bobarras y de derechas, excusen la habitual redundancia, para nada. Algún coche oficial le caerá aunque sólo sea porque Güemes también tiene uno desde que hizo la Primera Comunión y él, con ese meritoriaje, no va a ser menos. El tal Casado, o vete a saber en qué estado está salvo el que se intuye al saber de sus necedades, también ha bramado contra las hordas rojas. Tras unos sesudos estudios en una universidad extranjera, un máster que le tocó al coincidir las dos últimas cifras de su DNI con el cupón de la Once, ha deducido que las gentes de izquierda son unos carcas y por inducción él y sus coleguis el colmo de la modernidad más absoluta. No es para menos. No hace falta más que mirar a su presidente de honor, don Manuel Fraga Iribarne, un estadista que ya en tiempos de Franco se atrevió a desahogarse la corbata antes de entrar a algún Consejo de Ministros en el que se aprobaba algún decreto para dar de hostias a los disidentes en nombre de la unidad de destino en lo universal. Acaso Pablete, a quien intuyo jovenzuelo y alocado de tal modo que no descarten que alguna vez se haya colado en el autobús, no recuerde que todavía esperamos que ese partido tan transgresor en el que milita con donosura condene el golpe de estado que acabó con el legítimo y democrático gobierno de la República. Por supuesto lo recordamos desde la más absoluta carcundia. Quienes somos tan antiguos que aún no hemos tirado los zuecos de chinchetas vemos pasar delante de nuestras narices esos ejemplos de vanguardia que asombran al mundo. Aquí en Madrid, sin ir más lejos, observamos sobrecogidos por la modernidad cómo hay pacientes en urgencias tirados en los pasillos, escolares estudiando matemáticas en barracones, jóvenes matrimonios que no tienen plaza en las guarderías para sus nenes o pacientes que esperan meses para ser operados de la vesícula. Eso sí, los trajes de chaqueta de Espe siempre a la última. Es lo que tiene ser tan modernazos.

1 comentario:

paredes dijo...

Con seguridad que el becerro este llegará lejos:Yo le auguro un ministerio de cultura.Al tiempo.