DE BOMBILLAS Y POCAS LUCES

Cada vez que lo pienso se me saltan las lágrimas. No puede haber un gobierno más sensible que el de ZP. Con la que está cayendo y ellos, lejos de amilanarse por la crisis, ya están pensando en cómo hacernos felices en Navidad. El ministro Sebastián ya ha anunciado que, en los próximos dos años, nos va a regalar dos bombillas de bajo consumo. Cierto es que, a ese ritmo de entregas, igual tardamos varias generaciones en iluminar el arbolito pero ¿qué nos dio Josemari además de vergüenza ajena? Ni un triste cirio. Todo hay que decirlo. Yo no sé si las arcas del Estado podrán aguantar tamaño dispendio. Dos bombillas en dos años. Se dice pronto. Argumenta el señor ministro que es para ahorrar energía y rebato yo que no lo veo salvo que estemos en casa con solo una bombilla encendida hasta que el gobierno tenga a bien entregarnos la otra. Casi mejor que las compramos nosotros y ustedes vosotros renuncian a los coches oficiales y se van en el Metro al curro. Es una idea. Que conste que el ministro Sebastián ya lo hace o, al menos, lo hizo una vez en la que, curiosamente, le sacaron una foto en los periódicos mientras intentaba meter la visa en la ranura del torno hasta que le hablaron de algo llamado billete. De todos modos habría que ajustar el número de bombillas al tamaño de las casas. Por ejemplo, en mi primer zulo con derecho a cocina que tuve como emancipado, con la iluminación de dos bombillas se podría entregar en su interior los Goya tal era el fulgor motivado por el escueto tamaño pero digánme que hace con dos bombillas doña Cayetana en el Palacio de Liria. Imaginen por un momento que se levanta de noche al frigo a coger un yogur de kiwi y se la encuentra el mayordomo en penumbra más despeinada de lo habitual. Pobre hombre. Peor el remedio que la enfermedad. Con Solbes, como es un optimista, no hay problema. Le das dos bombillas y te monta un casino en Las Vegas. Qué suerte tienen algunos.