8 de abril de 2008

AL AMIGO RODOLFO

Cuando yo daba los primeros pasos en este oficio, Rodolfo Serrano ya tenía el cuenta kilómetros incandescente. No es que sea mayor. Simplemente experimentado. Era un tipo respetado por todos los compañeros de información laboral a la que llegué en una pequeña agencia de noticias por esas casualidades de la vida de la mano de mi primera jefa Lola Ortega. Baste decir que un periodista respetado por sus compañeros periodistas es una especie más en extinción que un urogallo de dos cabezas. Entonces, a finales de los ochenta, él dirigía un semanario económico y venía a ser para quienes empezábamos como el misterioso Charlie, el de los Ángeles de..., ya que todos habíamos oído hablar de él pero ninguno le conocíamos. Junto a José Antonio Sánchez, Roberto Santos y al entrañable Mariano Guindal, con quien he tenido la suerte de compartir horas de espera en diversos ministerios mientras sin darse importancia compartía su magisterio con nosotros, habían sembrado el camino que, seguramente de manera torpe cual becarios que éramos, nosotros pretendíamos seguir. En aquella época, casi 'era' por el tiempo que ha pasado, se gestaron los grandes acuerdos socioeconómicos que, en buena parte, explican parte de la radiografía de la Transición. La primera gran huelga general de diciembre de 1988. El relevo del legendario Marcelino Camacho. El pacto de revisión de las pensiones. De algunos de ellos fui testigo directo. Horas y horas de espera y horas y horas de amistad. Un lujo en un oficio tan competitivo que a menudo olvida que las noticias no son de quien las firma sino de quien las lee. Con los años, por esos regates del destino, tuve la suerte de conocerle cuando, de vuelta a su diario de casi toda la vida, le encargaron unas deliciosas crónicas parlamentarias en la Asamblea de Madrid. Desde entonces han mediado muchos vinos, bastantes risas, algunas amarguras y, sobre todo, para mí, ha sido un espejo nítido que me recuerda que, a pesar de los pesares, no me equivoqué de oficio. Tampoco sé hacer otra cosa si es que algo sé de periodismo. Eso sí, de lo poco que sé mucho lo aprendí del maestro Serrano. Principalmente aprendí que la vanidad sólo es el complejo de los tontos. Y ser vanidoso y periodista, salvo honrosas excepciones, empieza a ser una preocupante redundancia. Por todo ello para mí es un privilegio haberme subido a ese barco que desde ya mismo maneja. Un diario digital (quién nos lo diría a nosotros que llegamos a conocer el telex y que tuvimos que combatir con las carpetas de documentación obesas de recortes) en el que me han dejado de manera generosa una ventanita en la que poder escribir que, al fin y al cabo, no deja de ser el oxígeno de mi vida. Gracias amigos. (Por cierto, con tanta emoción casi se me olvida que la dirección es www.nuevatribuna.es). Dénse un garbeo.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Suerte a todos los que haceis posible una nueva voz. Estoy de acuerdo contigo, las crónicas parlamentarias eran deliciosas, deliciosas

Alicia dijo...

Me ha gustado mucho el diario Germán, todo mi ánimo en esta nueva andadura. Creo que era precisa una ventana con un cristal limpio a la información. Gracias por todo, ah!! dejé para ti algo en mi blog. Un beso

paredes dijo...

Algo he ojeado el nuevo proyecto.A ver si sois lo más objetivos que se pueda ser, sabiendo que la objetividad no existe.

Merche Pallarés dijo...

Pero, para ¿qué periódico escribes? Siempre he tenido esa curiosidad. Besotes, M.