¡UNA DE BRAVAS!

De nuevo hemos sufrido la humillación de los norteamericanos. Cómo se nota que ya no está Josemari al timón de este país desorientado y disgregado. Hecho unos zorros, en suma. Ha tenido que ser el Wall Street Journal quien nos diga dónde se halla el elixir de la unidad nacional que tanto preocupa a Mariano. Todo se solucionaría alrededor de un plato de patatas bravas. Eso dice el prestigioso diario que, tras su oda a estas singulares raciones, le falta concluir que la contribución de las patatas a la unidad está muy por encima de los mismos Reyes Católicos. En un artículo titulado 'Spain's hot potatoes', es decir, ponme una de bravas de toda la puta vida, el autor ensalza que, alrededor de una bandejita y con el mondadientes hincado en la encía, los españolitos charlamos de trabajo y nos contamos nuestras vicisitudes. Sin ánimo de rectificación, sólo apuntar que sólo se suele hablar de curro para defecar sobre la dudosa reputación de la señora madre del jefe o jefa o para ridiculizar el peloteo de Bermudez o que su parienta le pone los cuernos. Eso sí, 'mira que a mí no me gusta meterme en la vida de nadie'. Todo un alivio. Cuenta el redactor que la ingesta de bravas es un acto social de primera magnitud salvo que estés invitado al cumpleaños del Rey o a la boda de Belén Estebán. Sin duda, mientras escribía la soflama, este poeta del tubérculo y el ketchup procedía a trincarse varias jarras de sangría ya que en uno de los párrafos asegura que las patatas bravas vienen a aglutinar todas las culturas de España. Y nosotros remodelando el Prado. Más no valdría para ser tenidos en cuenta en el universo cultural ampliar el Museo del Jamón. Si por unas bravas nos dedican un artículo en el Wall Street Journal que menos que un suplemento especial por el jamón de Guijuelo.