7 de septiembre de 2007

HAY AM ESPANIS ¿AN YU? (Léase a grito pelao)

Ya estamos ofendiendo. Ahora dicen en Europa que si no tenemos ni idea de inglés. Qué digo idea. Ni puta idea. Vamos, que somos los más catetos y que la única lengua que nos interesa o está estofada y con patatas (buenísima mamá ¿por qué no me la pones para el sábado?) o la usamos para otros menesteres que nada tienen que ver con el curso 'Follow me' pero que nos resultan más placenteros. Eso era antes amigos europeos. Desde que oímos a Josemari esforzarse impávido por expresarse en el idioma más universal nos hemos soltado mucho. Si él fue capaz de articular hasta tres palabras seguidas sin que le diera un vahido qué no podremos hacer nosotros. Además en este mes tenemos una oportunidad única. Ya saben que septiembre descarga sobre nuestras cabezas un aluvión de fascículos a cual más interesante. De entre todos he seleccionado una promoción que puede que le interese en su reto bilingüe. Te dan el primer tomo del manual de inglés, un dvd, una taza de té con unas pastitas de after eight, la dirección de la tienda en la que se compra Camilla las pamelas, unos prismáticos para ver bien el Derby de Ascot, una reproducción en escayola del Big Ben y la primera pieza de una de las piraguas de las regatas de Oxford por tan solo cincuenta céntimos. El alquiler de la furgoneta para llevarlo a casa va aparte, pero esa es otra historia. Yo me voy a poner a ello. Aunque no me gusta hablar de mí pese a tener razones sobradas para ello, hoy haré una excepción y les participaré una anécdota que, en mi dilatada y brillantísima carrera profesional, supuso el peor trago que recuerdo. Todo por no tener conocimientos idiomáticos más allá del 'mai tailor is rich' o como se diga. Les cuento. Mi periódico me envía a París a cubrir una rueda de prensa convocada por una multinacional química americana. A las afueras de la capital reúne a un grupo de selectos periodistas europeos (igual no tan selectos ya que yo estaba entre ellos) para darles cuenta mediante videoconferencia desde Los Angeles de sus muchos proyectos para el Viejo Continente. Sentados alrededor de una carísima mesa ovalada nos encienden ese sofisticado cinexin y un 'propio', sonriente y encorbatado, empieza a darnos una charla en un idioma que yo interpreté raro y, en todo caso, ajeno a nuestro milenario castellano. Un servidor, ya perro viejo, comienza a tantear por debajo de la mesa en busca de los auriculares. Los compañeros tomando notas y yo sudando ¿Qué coño estará diciendo éste menda? Ante la certeza de que o sabes inglés o que te den, opto por apuntar en mis folios importantes notas del tipo 'mi mamá me mima' o 'no volveré a hablar en clase' o 'mecaguen en la madre que parió a Shakespeare' con el fin de no delatar mi supina ignorancia. La duración de la conferencia se me hace eterna. Cuando el directivo de la multinacional concluye y yo libero el esfínter al creer que lo peor ha pasado escucho a una atractiva joven de la organización instarnos a hacer alguna 'questions' (es lo único que entendí pero fue suficiente para apretar con mayor brio mi orificio anal). Les juro que pensé recurrir hasta a un amago de lipotimia para salir de allí. Sólo mi profesionalidad, y el interés de un periodista de rasgos japoneses que se hincho a preguntar, me salvaron de aquella medida extrema. Qué sofocón. Al final no tuve que preguntar nada y no fue obviamente porque lo hubiera entendido todo. Eso sí, al finalizar el acto y hasta la salida del autobús me tiré la mayoría del tiempo en el servicio de caballeros huyendo de la encargada de prensa que se dirigía a mí sonriente empeñada en hablarme en inglés ¿Acaso no tenía yo cara de español, señorita? Pues eso, coño, pues eso. Menos mal que ya lo he solucionado. No he aprendido inglés pero he dejado de viajar. No me digan que no soy hombre de recursos.

8 comentarios:

Anónimo dijo...

Cuando el inglés incluso nos confunde.

Estábamos en un hotel en el Rajastan, no podíamos salir por culpa del monzón, tendríamos que esperar algunas horas más para poder continuar nuestro viaje. Pues bien, estábamos mi compañera de viaje y yo en plena hora de la siesta leyendo nuestras guias, completando nuestros cuadernos de viaje, en fin, pequeñas cosas con las que pasar el rato.
Nuestro conductor que tampoco se echó la siesta le pregunta a mi compañera:
- No duermes la siesta? (se lo dice medio en ingles medio en castellano, pero mi compañera que de inglés ni el "yes" le entiende por que la palabra siesta la dice en perfecto castellano.
Mi compañera responde:
- No, no siesta
El conductor:
- Why?
Mi compi:
- Guay muy guay.
pa verlo y oirlo

cambalache dijo...

Ja, ja, ja. Qué bueno. Yo la verdad es que ahora me río porque es muy divertida, pero las pasé putas y, por supuesto, cuando volví a la redacción casi mato a mi jefa.

Paseando por tu nube dijo...

Te entiendo, te comprendo, te apoyo, siento mío, tu sufrimiento.
Te enlazo en mi blog y volveré por aquí, me gusta este rincón, tan real (que no monárquico) como la vida misma.
un saludo complice,

cambalache dijo...

Muchas gracias y encantado. Yo te sigo a través de mi amigo y maestro de oficio Rodolfo Serrano. Besos

Virginia dijo...

Qué bueno Germán, joder, con vosotros como profesora de idiomas que soy me forraría...y si monto un curso on-line de inglés, francés, portugués, catalán, nociones de euskera, y claro está, latín y griego, todo-en-uno? Al Josemari le sirvió...

cambalache dijo...

Mi intelecto no llega ni remotamente al de Josemari. Me alegra saber de tí. Ya me contarás. Besos

Virginia dijo...

Ya te he enviado el mail, y es que no hay nadie como josemari...

txilibrin dijo...

Germán, unas clases de inglés te tendré que dar hombre. ¿Te las cambio por unas de redacción?