19 de febrero de 2007

Uma no liga


¿Saben que Uma Thurman y yo nos parecemos? ¿A qué resulta casi increíble? Ella dice que no liga. Yo tampoco. Bien es cierto que así, a bote pronto, pudiera parecer que un servidor lo tiene más difícil. Luego no crean. Todo es conocerme. Admito que por fachada ella gana. Me refiero, claro está, a la estilización; no al volumen que ahí gano yo por goleada. Aún así, yo tengo mi gracia. Seguro que ella no puede reposar en la tripita un vasito de vino mientras ve el fútbol. No sólo porque seguramente no le guste sino por su ausencia de grasa en los abdominales. Claro que yo tampoco desenvaino la espada de ninja y me lío a rebanar pescuezos. Yo creo, querida Uma, que ese papelón en Kill Bill te va a salir caro. Es que acojonas, nena. Ya sé que sólo es una película pero ya sabes lo impresionables que somos los hombres. Yo, sin ir más lejos, te invitaría a una cena romántica pero sólo pensar en la hora del postre me tiemblan hasta las uñas de los pies. Te veo tirar hacia el techo la naranja y despedazarla en gajos a fuerza de mandobles antes de que vuelva a caer en el plato... Pues eso hija, que acojona. No te digo nada si, consolidada la coyunda, tu churri se despista con los colegas y pone los pies medio bolinga sobre el felpudo. Igual de los sudores del pánico se le quita la melopea pero, en caso contrario, ¿quién le dice que su cabeza no acabará disecada encima del televisor junto a una foto de Tarantino? ¿A qué lo entiendes? Si hubieras hecho Los Puentes de Madison o Sor Citröen hubiera sido otra cosa Uma. Danos tiempo guapa. Todo se andará.

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