18 de septiembre de 2006

Estoy poseído

Me lo venía venir. Ha sido un dulce veneno que me ha empozoñado de manera lenta pero implacable. Empecé por dejar de fumar, dejé de beber, del sexo ni hablo porque nunca me ha gustado la ciencia ficción, me apunté a un 'gym' y, lo que es peor, no contento con apuntarme voy a diario, ya no salgo por la noche casi ni a pasear a mi sultán, me acuesto antes de las doce y me levanto con las gallinas. Uno cree que estas situaciones límite son difíciles de empeorar. Está equivocado. Hoy he comido a la una y media en un 'selservis' rodeado de un silencio sepulcral sólo quebrado por las masticaciones y las succiones del resto de los comensales. Me he vuelto europeo ¡Dios, estoy poseído! ¡Arranca de mí éste mal! Dentro de poco mi piel aceitunada se tornara sonrosada y me saldrán pecas y acabaré zampándome una pata de cordero en verano a las siete de la tarde con el sol de testigo de mi metamorfosis. Algunos pensarán que, lejos de ser grave, mi asilvestramiento está dando síntomas de agotamiento y me he vuelto persona de orden. Sólo la ignorancia puede motivar semejante dislate. Esto es un infierno. No hace tanto 'longtimes' atrás, a la una y media estaba yo procediendo a la ingesta de la primera caña, a la que seguía otra y otras más hasta que a eso de las cuatro de la tarde íbamos a comer como señores, beodos, pero señores. Con ruido de loza, olor a fritanga, humo denso, exabruptos variados y comentarios altisonantes sobre la jornada de Liga. Como debe ser, joder, como debe ser. En ese sitio horrible, al 'selservis' me refiero, si alguien habla lo hace en una lengua extraña porque a esas horas ningún español de bien está comiendo, coño (casi escribo corcholis, ¿qué me pasa? Diiiiooosssss). A eso de las cinco y media, tras la evaporación de un par de orujitos de hierba, si se terciaba echábamos un mus con el correspondiente cubata y el cigarrito prensado entre nuestros labios. Es decir que cuando media Europa salía de currar nosotros llevabámos una 'tajá' más competitiva que la industria alemana. Y ahora, ahí me tienen, vamos, que me falta el Financial Times sobre la mesa. Mi depravación no conoce límites. Al final, si alguien no extrae a este monstruo de mi ser, acabaré frente al Palacio Real con cuarenta y tres grados a la cuatro de la tarde haciendo fotos o me iré a un tablao y bien cocidito me pondré a bailar sevillanas con la misma gracia que tiene Urdaci en sus monólogos. No es posible. Acabaré desayunando cereales, odiaré la panceta de pelo, me dará un vahído al ver un plato de callos. Tendré que comprarme un plano aunque no lo entienda y una mochila del tamaño de la que utilizaba Jack el Destripador para guardar sus cosas. Tendré que viajar en autobús hacinado o en trenes de oferta con un gorro del Interrail o, no por Dios, ir a un cámping con vecinos enrrollados que tocan la guitarra y te ofrecen sus viandas aunque no te gusten ni sus canciones ni su comida. No puedo seguir ¡Viva España y Manolo el del Bombo! ¡A mí la Legión!

1 comentario:

Anónimo dijo...

Ya vas entendiendo lo de "juventud divino tesoro" y "los años no pasan en valde".Es verdad que el europeísmo nos condiciona, pero los años más.