4 de junio de 2006

Miedo a las palabras

Antes temíamos a las bombas y ahora parece que nos dan miedo las palabras. Hemos avanzado mucho a pesar de las piedras en el camino que a cada día, a cada momento, algunos se encargan de arrojar. Bien pudiera callar, hablar de otras cosas y saltar de puntillas por un asunto tan trágico, grave, complejo y espinoso. Al fin y al cabo nadie echaría de menos mi opinión y ni siquiera me pagan por expresarla. Sin embargo, la injusticia y la hipocresía siempre han sido dos venenos que alteran mi sangre y me impiden morderme la lengua. Me refiero, claro está, a la avalancha de barbaridades que se escuchan ante la posibilidad de abrir un diálogo con Batasuna y ETA. Es tan de mañana que aún no he desayunado y esa es la única causa de que no sienta náuseas al escuchar y leer atrocidades diálecticas que no matan pero hieren el mínimo sentido común. Que un individuo que perteneció a un gobierno que se sentó a hablar con ETA cuando aún seguía matando, cuyo presidente, en el más puro estilo abertzale, se refirió a esta banda de asesinos como Movimiento de Liberación del Pueblo Vasco, cuyo portavoz, entonces el señor Piqué, hablaba sin tapujos de generosidad con los terroristas y casi les imploraba a que se sentarán de nuevo a hablar con ellos, diga ahora que hablar con los mismos que ellos lo hicieron, en peores circunstancias, es darles las llaves del Estado es, sencillamente, vomitivo. Hay que hablar por una razón muy sencilla: porque los terroristas tienen las bombas y los demócratas sólo las palabras y las leyes. Sólo un día después de que un malnacido ejecutara a don Francisco Tomás y Valiente un grupo de amigos, en un bar de Malasaña, compartíamos unas cervezas con su hijo y querido colega Kiko apesadumbrados y ajenos a la música y al sonido de las carámbolas de la mesa de billar. Kiko fue entonces, en las circunstancias más dramáticas posibles, un ejemplo de dignidad y tolerancia como lo fuera su padre. Que no nos confundan. Todas las víctimas no son el señor Alcaraz y el dolor por aquellos que ya no están por la barbarie de esta banda no debe llevar a la confusión. La política, con más voluntad que acierto o no, la hacen los políticos y si alguno quiere fijar las estrategias, allí tiene los partidos y cada cuatro años las urnas. En esta ofensiva canalla se recurre al regodeo de aquellos que ya no están, a las graves secuelas de los heridos ¿Cómo es posible, dicen, que uno de pueda sentarse frente a un asesino para hablar con él? ¿Por qué no se lo preguntaron a Aznar? Mi respuesta es, de tan simple, seguramente hasta sensata. Quizás porque sea mejor hablar con un asesino delante de una mesa que rezar por una persona de bien delante de un ataúd.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Sólo te puedo decir , que comparto punto por punto tu comentario.Es vomitivo como bien dices , el comportamiento de esta gentuza.

Anónimo dijo...

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